Piedra, papel o tijera…

En la infancia, cualquier tipo de experiencia, hasta la que supuestamente es insignificante, llega a ser un estímulo que favorece al desarrollo cerebral del niño.

La práctica del juego promueve las conexiones de las neuronas en la corteza prefrontal del cerebro. Sin experiencia de juego, esas neuronas no promocionan.

En este cerebro que aprende jugando y que tiene una enorme capacidad de plasticidad neuronal, se activan un conjunto de hormonas que trabajan en “pro” del desarrollo cerebral del niño y son las siguientes:

• La dopamina que motiva y estimula a los músculos para el movimiento y la repetición.

• Mientras el niño juega también se estimula la segregación de la acetilcolina, un neurotransmisor involucrado en el funcionamiento de las funciones motoras, neuroendocrinas y sensoriales, que favorece la capacidad de concentración, el desarrollo de la atención y el pensamiento lógico.

• La serotonina es el neurotransmisor que se encarga de reducir la ansiedad y el estrés, equilibrar y regular el estado de ánimo y el sueño.• las encefalinas son sustancias que tienen la responsabilidad de disminuir la tensión neuronal; la que provee al niño de tranquilidad y alegría.

• Endorfinas, las cuales se encargan de promover el estado de bienestar, reducir el dolor y potenciar algunas funciones del sistema inmunitario.

En fin, cuando los niños juegan la estructura bioquímica de su cerebro se activa.

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